Sus polleras incomodaban, pero ese no parecía ser problema suyo. Bailaba cual si fuera la única en la pista. Había que ver sus vueltas siguiendo el compás de “I’m so excited”, de las Pointer Sisters. ¡Realmente estaba emocionada! Era la década de los 80 y estaban de moda los temas de la música disco que hoy son identificados como “clásicos”. La juventud de Irupana asistía los fines de semana a la discoteca del Camilo -la llamábamos Disco Tierra, por su piso descubierto- y junto a ella lo hacía también la infaltable Pascuala.
Ella nació en La Joya, una hacienda que se encontraba en el
sector de Chicaloma, el año 1945. Eran tiempos anteriores a la Reforma Agraria.
Sus papás Fabio Jáuregui y Zenobia Salinas han tenido que sufrir el duro
régimen de explotación de mano de obra que aún imperaba en la zona. Pascuala se
trasladó temprano a la población de Irupana, donde desarrolló casi toda su
vida.
Había que ver el garbo con el que caminaba, como mirando por
encima pequeñeces humanas tales como la discriminación y el racismo. En el
centro poblado era objeto de bromas y chistes de ese corte, pero ello no
parecía mellar su seguridad y su gran carisma. Ella estaba donde quería estar, sin
interesar si con ello iba a incomodar al resto.
Y no todo era baile y fiesta en su vida. Como gran parte de yungueños y yungueñas se ganaba la vida trabajando de sol a sombra, ya sea cosechando el cafetal o kich’iendo el cocal. En tal condición fue una activa afiliada de su sindicato comunal. Estaba bien comprometida con la suerte de la organización campesina, tanto que a nadie le sorprendió cuando un Congreso la eligió Secretaria Ejecutiva de la Federación Especial Única de Mujeres Campesinas de Irupana. Era una lideresa nata de ese sector.
Era tal su liderazgo que fue invitada a ser candidata a
concejala del Gobierno Autónomo Municipal de Irupana, cargo para el que fue
elegida y desempeñó con gran responsabilidad. La seriedad con la que cumplía
sus obligaciones sindicales y políticas contrastaba con la alegría y el buen
humor con los que desarrollaba su vida diaria.
Como lideresa de la zona participó en espacios de
aprendizaje horizontal de agricultores y agricultoras de Bolivia, Ecuador,
Nicaragua, Honduras y Cuba. En ellos recogió los aportes del resto, pero
también compartió sus lecciones aprendidas. Varias cartillas educativas
elaboradas por los auspiciadores de esos encuentros guardan esa faceta de su
vida.
Pascuala Jáuregui Salinas falleció a los 68 años, en la
ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Un infarto de miocardio puso fin a su
existencia, la que fue vivida de forma intensa y fue puesta al servicio de su
gente. Fue protagonista destacada de la historia de Irupana en épocas en las
que ser afro no abría puertas, mientras que ser dirigente sindical demandaba el
sacrificio de tu propio peculio. Que nuestro olvido no sea cómplice de una
injusticia con todo su gran aporte.
El Mancebao, agosto de 2023